San Luis Río Colorado, Sonora.- Hace algunos meses me encontré a una persona que voy a identificar a secas como «El Chopo», de alrededor de 40 años.
Para ser sincero el Chopo no es un amigo, es más bien un conocido. Es de esas personas que sin ser tu amigo conoces de mucho tiempo, por amigos en común más que otra cosa. Me lo encontré trabajando repartiendo alimentos.
Me sorprendió porque lo recordaba muy diferente. Hace muchos años supe que andaba en malos pasos, vendiendo droga para ser más preciso, aunque en los tiempos en los que San Luis Río Colorado era más tranquilo.
Era regordete y con vicios, no muy alto y siempre con corte estilo militar. Se podría decir que pese a sus actividades ilícitas, nunca hizo dinero, o al menos nunca se le notó. Supongo que era de los que vendía en algún «punto», lidiando siempre con adictos y malvivientes.
«La mercancia hay que probarla para ver si es de calidad«, escuché que comentó alguna vez, en esas reuniones donde te juntas con los amigos.
Se veía bien, limpio y visiblemente más delgado, con la cara pulcra y hasta con otro corte de cabello.
«¿Cómo estás mi Chopo? mucho tiempo sin saber de ti«, le solté apenas lo tuve enfrente.
El tipo se abrió como libro, conversamos como 30-40 minutos.
Me platicó que ya no era el mismo, que había cambiado mucho, que había conocido a Dios.
En lo personal soy un hombre de mucha fe, y estoy convencido de lo increíble que es todo nuestro entorno cuando sabemos verlo y apreciarlo, pero no soy de esas personas que va por la vida hablando a todos de Dios.
«Te lo juro, Dios me salvó, gracias a él estoy vivo«, me dijo con total seguridad.
En eso el Chopo inició su relato, sin ningún recato, como cuando no te importa si te creen o no, contando su historia con efusividad.
«Tú sabes cómo andaba yo. Me la vivía entre vicios y gente viciosa. Perdí a mi familia, mi esposa me dejó y mis 2 hijos no querían ni verme, y te digo la neta, en el fondo ya estaba muy cansado de todo esto, pero no tenía fuerzas para salir. Es más, me quería morir. Vas a decir que estoy loco, pero con todo este desmadre que hay en San Luis, hasta deseaba que me mataran«, comentó.
«¿Apoco tanto así mi Chopo?», solté sorprendido.
Me confesó que tuvo un accidente con su hijo adolescente, el más chico, relacionado con drogas -al parecer se intoxicó-. Situación que enfureció a su ex mujer y fue el acabose definitivo de su matrimonio.
«Tú conoces a mi vieja y sabes lo que me aguantó, pero ahí lo perdí todo, incluyendo mis ganas de vivir«, repitió.
Posteriormente me narró que como a muchos vendedores o revendedores, inclusive de poca monta, empezaron a levantarlos y a asesinarlos.
«Como yo me quería morir, la verdad no me importaba, y seguí en mi rollo, hasta que me levantaron y pasó lo increíble. Mira, me traían en una camioneta junto con otro canijo que sepa la chingada quién era, pero a ese wey lo mataron en mi cara, de la manera más culera que te puedas imaginar», dijo.
Y continuó: «Había 2 camionetas, y después de darle piso (al otro), le dieron órdenes a un wey de que hiciera lo mismo conmigo, pero se fueron y nos dejaron solos, yo estaba amarrado»
«Cuando escuché que dijo ‘Ahora sigues tú pinche gordo‘, empecé a gritar, a gritar tan fuerte como nunca lo había hecho. Eran gritos que me salían de adentro, no sé cómo explicártelo. Pero no eran gritos de auxilio ni para pedir ayuda«, dijo haciendo una pausa, como tragando saliva.
«¿Y luego… qué gritabas?», pregunté con intriga.
«Gritaba mirando al cielo ‘Hoy te quiero conocer‘, ‘Si existes hoy te quiero conocer‘, ‘Te quiero conocer porque no me gusta mi vida ni lo que hago‘, pero machín mi Héctor, gritando a todo pulmón», citó.
En eso, con los ojos un poco brillosos, el Chopo soltó una risa socarrona y dijo: «Dejé de gritar y mantuve mi vista al cielo. En eso empecé a sentir mucha paz, como si estuviera listo para morir, la verdad ya estaba esperando que me dieran un balazo o empezaran a golpearme, pero cual fue mi sorpresa, el tipo que dejaron para darme piso también empezó a gritar»
Sonreí junto con él, y añadí a su historia, «No manches, ósea que lo conmoviste mi Chopo, así estarían tus gritos»
«Espérate», me interrumpió el Chopo… » el tipo empezó a gritar cosas como las mías, que tampoco le gustaba su vida, que estaba cansado de hacer cosas malas, y que también quería conocer a Dios, pero llorando, llorando lo que dice llorando», dijo.
Para no alargar tanto la historia, me dijo que lloraron juntos, y que el tipo lo liberó de sus ataduras de mano, no sin antes darle las gracias, para después desaparecer, dejándolo ahí en pleno desierto.
«No puedo explicarte lo que sentí, pero sé que fue él, Dios me salvó y lo salvó también a él, enderezando su camino», indicó.
Me compartió que su forma de ver la vida cambió para siempre, y desde entonces, hace ya 4 años, trabaja y vive de manera honesta.
«Pues eres muy afortunado Chopo, porque hay muchos que no la contaron, que no tuvieron una segunda oportunidad», le expresé a manera de cumplido.
Igual me compartió que a su ex esposa ya no pudo recuperarla, pero sí a sus hijos, con quienes lleva una buena relación.
«Ella ya tiene otra pareja, y no la culpo. Yo también ya conocí a otra mujer, y me siento muy bien con ella, la amo y creo que ella también me ama, ambos somos divorciados», precisó.
Por último le pregunté si le preocupaba que los malos supieran que sigue vivo, y en especial si había vuelto a saber de esa persona que junto con él se redimió.
«No me preocupa porque siempre fui un vendedor jodido, ni se van a acordar de mí. Además, por qué preocuparme si me salvó el mero mero, el de allá arriba. Y en cuanto a esa persona, fíjate que me lo topé hace como 1 año en una iglesia, pero nada más cruzamos miradas, no nos dijimos nada… no hizo falta. Él me salvó a mí y yo lo salvé a él… fue Dios a través de nosotros», finalizó.
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