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Voluntad y Derecho: Su acérrimo enemigo

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San Luis Río Colorado, Sonora.- Doña Agustina Castro tenía en su sala el cuerpo de su marido, ya tenía tres meses ahí, embalsamado, justo como se lo habían entregado, no lo había podido enterrar porque no tenía dinero, se trataba del General José Tomas de la Luz Mejía Camacho, quien había muerto al lado del General Miguel Miramón y del Emperador Maximiliano, en el cerro de las Campanas en Querétaro.

Tomas Mejía era indio Otomí y cuando conoció a Maximiliano le juró lealtad hasta la muerte, era acérrimo enemigo del Presidente Juárez por ser indígenas ambos.

El General liberal Mariano Escobedo, mano derecha del Presidente Juárez, había caído preso dos veces ante el General Mejía y éste le perdonó la vida en ambas ocasiones, de hecho Mejía, el embalsamado, nunca fusiló a ningún prisionero.

Cuando fue dictada la sentencia de muerte a Mejía, el General Escobedo fue con el Presidente a pedir por la vida del preso, Juárez escuchando las razones le dio el indulto, pero al enterarse Mejía rechazó el perdón y dijo que se quedaba a seguir la suerte de su emperador, y ahí junto a él murió.

De unos días a la fecha he visto como ha resurgido el tema de Luisito, el niño que falleció hace poco más de un año, en el columpio del Parque Yoreme cuando jugaba. También he escuchado voces criticando a su mamá severamente por “prestarse a cuestiones políticas”.

Hay quienes se preguntan ¿Por qué hasta ahora? Y de paso sentencian, “claro, porque estamos en época de elecciones”. Otros incluso dicen que esa muerte sucedió porque la madre no estaba ahí para cuidar a su hijo ¿Dónde andaba? Preguntan y juzgan en un solo acto.


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La pregunta no es ¿Por qué hasta ahora? Por el contrario debiera ser ¿Cómo es que ha pasado tanto tiempo y estas personas no han recibido un trato digno?

El señalamiento no debiera ser para ella porque estamos en época de elecciones, sino preguntarnos ¿Cómo es que aun estando en época de elecciones todavía las autoridades municipales siguen igual de indolentes como el primer día?

Y por último, pensar que la responsabilidad fue de la madre, equivale a que cualquiera de nosotros cuando lleguemos a un área de juegos o atracción, desde Disneylandia hasta el parque Yoreme, debemos de hacernos acompañar de los Ingenieros o peritos adecuados para cerciorarnos que dichos juegos son seguros para nuestros hijos. ¿Verdad que no?

Claro que no. Los juegos o atracciones, públicos o privados, son áreas que se presuponen seguras para quienes los utilizan, por eso cuando pasa un accidente en ellos vienen las indemnizaciones millonarias. Una niño fallecido en cualquier parque es demasiado, porque muere en un área segura, no en un lugar peligroso.

Si bien es cierto que no se le podía volver a la vida, sí se le podía tratar a sus familiares con el mínimo de respeto y decoro al que se pudiera aspirar después de la muerte de un ser querido. Creo que gran parte del problema que se avecina para la actual administración municipal, es propiciado por la soberbia con que ellos y sus defensores tratan a las personas que los critican.

La persona que pagó el entierro del General Mejía fue el Presidente Benito Juárez, su acérrimo enemigo, se compadeció de su viuda y mostró respeto hacia su enemigo aún ya muerto.

No espero de los críticos de la madre de Luisito que la entiendan, ni que la justifiquen, pero si esperaría de cualquier ser humano algo de empatía y respeto hacia el dolor que causa la muerte de un ser querido, máxime cuando se trata de un hijo. Por otro lado ¿Habrá alguien en la administración municipal que pueda guiarlos en un actuar más humano? Lo dudo mucho.

Víctor Acosta Cid es candidato a Doctor por el Centro de Estudios de Postgrado, abogado postulante y catedrático en varias Universidades de Sonora y Baja California.

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