San Luis Río Colorado, Sonora.- Los diputados llegaron a la sede del Congreso Constituyente y se encontraron con que los militares tenían bloqueados los accesos, ese día se concretó lo que días antes ya se venía previendo, que el titular del Poder Ejecutivo, Nicolás Bravo, disolvería el Congreso. Era el 19 de diciembre de 1842.
La causa de la disolución del Congreso fue que los proyectos de Constitución que proponían eran tan buenos y progresistas, que no le gustaron al caudillo y jefe militar Antonio López de Santa Anna.
Muchos de los integrantes de ese Congreso disuelto, siguieron participando en la vida pública con gran patriotismo. Benito Juárez se encontraba entre ellos y con él una generación valiosa para este país, se les conoce entre los historiadores como la generación del 42. Aún con los defectos de cualquier ser humano, tenían las cualidades de ser sumamente honestos y verdaderos patriotas.
Hace unos días, al publicarse una decisión, a ver de muchos vergonzosa, del Partido Acción Nacional en el que milito, un ex alumno simpatizante de otro partido amablemente me llamó y se solidarizó conmigo pues la decisión mencionada, en apariencia, lesiona las aspiraciones del grupo al que pertenezco.
Con pena ajena únicamente me atreví a contestarle básicamente esto: “Muchas gracias… Me da pena ver como la política se ha ido, cada vez más, convirtiendo en una arrebatinga en la que quedan de lado los valores, los escrúpulos, las capacidades y los talentos. Confío en que las cosas puedan mejorar y a tu generación y a las que siguen les toque algo mejor. . .”
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Tengo que admitir que estamos padeciendo una clase política de la peor calaña, que da desconfianza, que lleva la corrupción por regla y que decide en atención a lo que le favorecerá en lo individual y no a la población a la que representa, claro, con sus honrosas excepciones.
Pareciera que queremos decirle a los jóvenes que la política es para los que menos escrúpulos tienen, para los que están dispuestos a cualquier cosa sin importar si denigran a otros o a ellos mismos. Esto nunca debió ser así.
Coinciden los historiadores en que la generación del 42 se forjó con esa voluntad de sacar al país adelante por dos situaciones: la constante lucha y el sufrimiento que les tocó ver después de la independencia; y la gran pérdida militar y de territorio que tuvimos ante Estados Unidos en 1847.
Aquella generación tuvo por enemigo principal a Antonio López de Santa Anna, después al grupo conservador y más tarde al ejército más experimentado, equipado y sanguinario del mundo en ese momento, el francés. Tuvo que escoger entre sucumbir o crecerse en la lucha. Al final lograron consolidar a este país como Nación.
¿Serán nuestras generaciones las que inclinen la cerviz o las que cambien las cosas? Actualmente la política está tan descompuesta que me invita a pensar que tal vez nuestra siguiente gran generación, por necesidad, por fuerza, por sobrevivencia, tendrá que estar lista para emerger.
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